Ya he tratado en un programa del portal de El Dávila el tema de la música, y creo que fui lo bastante extenso a como mis conocimientos y sentimientos lo permitieron, sin olvidar lo que me permitió la lengua decir. Sin embargo nunca es posible decir todo acerca de algo, y más si ese algo es tan profundo y complejo como la música.
Nunca es demasiado cuando la dicha es buena, dice el refrán -sí, ya sé que dice «tarde» en lugar de demasiado-y pues mas que todo el mundo de la música y de las buenas músicas son como elixir para el alma, para aumentar el rendimiento y fomentar la producción de ideas, cuanto menos estados de ánimo.
El preferir una música de entre las músicas es cuestión de gustos, eso suele decir el vulgo, y quizás haya alguna pizca de razón. Lo que no se puede obviar es que las composiciones instrumentales del barroco son capaces de elevarnos, ya que de alguna forma que resulta inexplicable o traducible en palabras, estas logran avivarnos, mejorarnos…
El poeta y cantautor latinoamericano Ricardo Arjona había dicho en cierta ocasión que no toda la lectura es buena para él, por más renombrada o laureado que sea el libro que tenga en sus manos, si para él ese libro en sus primeras 30 o 50 páginas no lograba hacerlo vibrar de emoción, entonces lo dejaba. Esa es quizás una clave con las músicas y con mucho de los pasatiempos que el hombre ha creado desde el neolítico a la actualidad. Si algo no nos llena, quizás haya que dejarlo.
Es de personas inteligentes dedicar la vida a las cosas que nos gustan y nos engrandecen, y no a las que nos hunden. Sólo los estúpidos se desviven en aquello que no les gusta. Aunque a veces hemos caído en ello sin percatarnos. La vida es más corta de lo que pensamos.
La música de piano y las composiciones maestras del barroco o bien de la música clásica hacen justamente eso; hacernos vibrar – esto ha de estar restringido quizás solo a las almas sensibles, y no todas las personas la poseen- el corazón, el pensamiento, el alma.
Hace tan solo unos días he presenciado la ópera a dos actos Madamme Butterfly de Giacomo Puccini y al ser una obra tan conmovedora -en otra ocasión les hablaré de ella- algunas personas rompieron en llanto en plena puesta en escena. Yo formé parte de aquellos que tuvieron sus ojos «aguados» por varios momentos. La mayor parte del público estuvo impávido e inexpresivo.
Todo es así, no todas las almas son iguales. No todos son sensibles. No todos.
En mi caso he disfrutado por muchos años la música instrumental, la música barroca, el canto lírico y la música clásica. Y lo más interesante es que de niño nunca estuvo a mi alcance estas músicas. Las he descubierto casi a los 20 años de edad y por aquellos años me hice de una pequeña colección de CD’s que aún guardo. Música de cámara, orquesta, arias etc.
Hace unos pocos años di con la estupenda música del maestro francés Claude Debussy, y escuchar tan solo unas composiciones es como si el alma perteneciese allí. Algo inexplicable en palabras.
Aunque esta nota no es acerca de un estudio de la música o un análisis de piezas musicales, siempre es maravilloso imaginar la sensibilidad del compositor y cómo su mente es capaz de traducir los sentimientos en pensamientos y luego en notas musicales, cuando ni siquiera la ha interpretado, pues los sonidos y los arreglos habitan en su mente.
Una de mis piezas preferidas de Debussy es sin lugar a dudas Rêverie compuesta en 1890 -la puedes escuchar arriba- porque básicamente transmite serenidad, paz, sensibilidad y quizás un poco de nostalgia, hasta por cosas que ni siquiera ocurrieron, la mente suele así de tramposa.
Otro de esos genios incomprendidos por las masas fue el compositor polaco Frédéric Chopin quien tristemente completó la negra lista de los genios de la música clásica europea que partieron de este mundo antes de tiempo, antes de los cuarenta años de vida -se suman Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791, murió a los 35 años) y Franz Schubert (1797-1828, murió a los 31 años).
Doce estudios opus 25, número 1 es una obra mágica, llena de frescura, de vitalidad, que evoca la juventud, la niñez o algún momento de la vida donde se vive algo intenso pero que como toda intensidad, acaba repentinamente. Un amor mágico, fresco como la brisa marina o como un baño matinal cuando el Sol está radiante. Es una composición sencilla pero bella de principio a fin. Una joya, un delicioso caramelo que nos regaló esa alma tan imponente que fue Chopin.
Estarás de acuerdo conmigo al menos de que aunque no sean tus músicas, hay en ellas lo mágico que enaltece y encumbra el alma humana. ¿No es así?
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